ARTÍCULOS

¿Has vivido alguna vez una Navidad de verdad?

Par Eusèbe-Henri Ménard

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20 diciembre 2023

Foto por Ev / Unsplash

A menudo me digo que bastaría con que Jesús se presentara realmente en nuestros hogares en Navidad para que no hubiera ninguna celebración. Sí, bastaría con que Jesús viniera de verdad a nuestra casa para que nuestras fiestas se echaran a perder.

Imaginemos a Jesús invitándose a sí mismo a nuestras casas bajo la apariencia de refugiados sin hogar, inmigrantes con una orden de retención, un joven delincuente que acaba de salir de la cárcel, o simplemente una tía vieja (sin herencia) o un tío viejo (sin dinero) que está enfermo y ha venido a nosotros para ser atendido y morir. Se acabaría la fiesta, se arruinarían nuestra Navidad. ¡Vaya fastidio, puros problemas y quejas y reclamos! Tu marido refunfuñaría, tu mujer protestaría, y los hijos decidirían celebrar la Navidad en otro sitio, en un lugar más alegre y tranquilo, – y tú te quedarías solo, sin nadie para felicitarte.

Podemos tolerar fácilmente un niño Jesús de yeso o azúcar en nuestros nacimientos: no molesta, no exige. No le oímos. Pero si fuera un bebé de verdad, que no conocemos, que grita, se ensucia, se cansa y te despierta por la noche, nos horrorizaríamos y perderíamos todo sentimiento religioso.

El verdadero Cristo, el verdadero Dios, es terriblemente engorroso. Por eso nos deshicimos de él en el pasado. Y por eso somos tan buenos deshaciéndonos de él hoy en día.

Recordamos la Navidad con nostalgia. Lamentamos no haber vivido en una época en la que podíamos ver, tocar y acoger a Cristo. Pero olvidamos que era un tiempo en el que casi nadie lo reconocía, amaba o veneraba. Olvidamos, sobre todo, que ese tiempo continúa, que también para nosotros el Verbo se hizo carne y habita entre nosotros, siempre pobre, siempre sospechoso, siempre irreconocible.

Piensa: si los mesoneros de Belén hubieran sabido quién llamaba a su puerta, les habrían abierto. Eran personas religiosas, como nosotros… Pero pensaron que eran dos vagabundos, dos inmigrantes, dos forasteros, dos personas molestas, así que no los recibieron, como tampoco los recibiríamos nosotros. Somos demasiado razonables, demasiado precavidos, demasiado ocupados para eso. ¿Cómo podemos creer que Dios pueda presentarse ante nosotros de esa forma? En nuestras cómodas casas, todo lo tenemos ocupado y nada nos falta, aunque el Señor no esté allí. Porque sólo está con los pobres, con los ancianos, con los forasteros, con los que creen y aman.

¿En quién le acogeremos, en quién le reconoceremos esta Navidad?

 

*Texto escrito en 1984.

 

ACERCA DE EUSEBIO ENRIQUE MÉNARD

 A los 30 años, el Padre Ménard (1916-1987) comenzó su misión de formar líderes, religiosos y laicos, que se convirtieran en engranajes de un movimiento de transformación para construir una sociedad mejor. En 1946 fundó la Sociedad de Misioneros de los Santos Apóstoles (M.S.A.), así como varios seminarios, asilos, centros educativos y de promoción social. Durante más de 25 años, Eusebio trabajó en América Latina con el leitmotiv de humanizar y evangelizar. Cuidar de los pobres y abandonados se convirtió en el corazón de la obra que desarrolló, y que ahora se extiende a América, África y Asia.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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